Vivimos rodeados de ruido.
De pantallas, notificaciones, listas y pendientes.
A veces cuesta hacer silencio, incluso dentro nuestro.
Pero hay algo que ocurre cuando tomamos un lápiz, abrimos un cuaderno y dejamos que las palabras empiecen a fluir. Escribir no siempre es para recordar, a veces es para soltar.
Para ordenar. Para respirar.
La escritura tiene ese poder sutil de llevarte de vuelta a vos misma.
No hace falta hacerlo todos los días, ni hacerlo “bien”.
Alcanza con sentarte unos minutos, escribir lo que sentís, lo que agradecés, lo que soñás o incluso lo que todavía no sabés poner en palabras.
En ese espacio, donde solo estás vos y el papel, todo se vuelve más claro.
Las cosas de cierta manera se acomodan.
Y muchas veces, sin darte cuenta, en ese tiempo y espacio donde solo sos vos, el silencio y el poder escrito de tus palabras, terminás encontrando respuestas que no sabías que estabas buscando.
Escribir es una forma de estar presente.
De reconocer lo que sos, lo que cambió y lo que querés conservar.
Es volver a tu ritmo, a tu respiración, a lo esencial.
Quizás no se trate de llenar páginas, sino de encontrarte entre las palabras.
De agradecer por lo que fue, y abrir espacio a lo que viene.
Si querés empezar tu propio ritual de escritura, el Diario de Gratitud y Conciencia puede ser un buen primer paso.
Está pensado para acompañarte con preguntas, espacios de reflexión y un lugar donde puedas mirar tus días con más calma.
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Gracias por estar ahí y por leerme.
Con caniño, N.